Como dice Edward Goldsmith, el calentamiento global es el más peligroso de los desafíos que amenaza a nuestra especie. Necesitamos formas de producir que combatan la crisis climática y que, además, ayuden a mitigar sus efectos. En ese sentido, la agricultura ecológica es emblemática. Montse Escutia nos ayuda a entender por qué la agricultura orgánica es tan útil para plantarle cara al cambio climático.
Fecha de publicación: 1-10-2008
Revista: The Ecologist para España y Latinoamérica
La agricultura biológica es la solución a muchos de los problemas que asolan a la Humanidad. La agricultura ecológica es una respuesta eficaz y eficiente a la crisis climática
Vandana Shiva
El cambio climático no es algo nuevo. Que la agricultura biológica es el grano de arena que el campo podría aportar a este problema que afecta a todos los sectores productivos tampoco. Hace más de un año que el sector grita que además de las múltiples ventajas que supone para el medio ambiente y para la salud de las personas, además, contribuye a mitigar los efectos del cambio climático. Porque se aleja del modelo agrario productivista que consume grandes cantidades de combustibles no sólo para las labores del campo, sino para fabricar cantidades ingentes de abonos nitrogenados y pesticidas que luego van a parar a nuestros ríos y fuentes y se cuelan sigilosamente en nuestros alimentos.
UN MODELO QUE FALLA
Tradicionalmente la agricultura utilizaba la energía gratuita del sol para producir alimentos. Esto ha sido así hasta la llegada de la Revolución Verde. Antes del siglo XIX, en la agricultura tradicional, se empleaban entre 0,001 y 0,05 calorías para producir una de alimentos. Actualmente se emplean entre 0,2 y 0,5 calorías para producir una de patatas o de maíz. Y el balance se vuelve negativo si hablamos de la producción intensiva de carne (se gastan de 2 a 5 calorías para producir una) o llegamos a la friolera de 500 calorías invertidas para producir una cuando se trata de cultivar una lechuga en un invernadero en el norte de Europa.
Una vez más, nos encontramos ante la evidencia de un modelo absurdo que pretende buscar soluciones al hambre en el mundo cuando el problema no ha sido nunca la capacidad de producir de la tierra sino la necesidad de satisfacer los caprichos de unos cuantos. El consumo de alimentos fuera de temporada, las dietas basadas en el consumo excesivo de carne y el transporte de alimentos a miles de kilómetros de sus zonas de producción en detrimento del consumo local… obligan a unos gastos energéticos que serían del todo innecesarios si el modelo fuese otro.
COMO LA AGRICULTURA CONTRIBUYE AL CAMBIO CLIMÁTICO
La agricultura contribuye a la emisión de tres tipos de gases que participan en el efecto invernadero: el dióxido de carbono (CO2), el metano (CH4) y el óxido nitroso (N2O); y los datos hablan de una contribución de aproximadamente el 11% sobre las emisiones globales del conjunto de las actividades humanas.
El CO2 se produce principalmente en el uso de la maquinaria agrícola y también en la obtención de pesticidas y abonos químicos, especialmente los nitrogenados. Debemos tener en cuenta que, para obtener una tonelada de abono nitrogenado, se necesitan tres toneladas de petróleo. Sin embargo, debemos considerar otro factor que ha contribuido en gran magnitud al aumento de los niveles de CO2 atmosférico. Se trata de la tala masiva de bosques para poner en funcionamiento nuevas tierras de cultivo. Los bosques son sumideros de carbono, es decir, los árboles absorben el CO2 de la atmósfera y lo transforman en madera. Cuando se tala, o principalmente se quema un bosque, todo el CO2 fijado en la madera se libera de nuevo a la atmósfera. El efecto es doble: por un lado se vuelve a emitir el CO2 anteriormente fijado y por otro se pierden grandes superficies de árboles consumidores de CO2. De esta manera desde 1850 una tercera parte del aumento de los niveles de CO2 en la atmósfera es responsabilidad del cambio en el uso de la tierra.
El metano es el tercer gas con efecto invernadero más importante de la atmósfera después de vapor de agua y el CO2. Sin embargo su potencial de calentamiento es superior al del CO2 y contribuye aproximadamente en un 15% al calentamiento global. La agricultura es la principal responsable de las emisiones de metano a la atmósfera especialmente debido a la cría intensiva del ganado y en menor medida al cultivo del arroz.
El óxido nitroso contribuye en un 6% en la emisión de gases con efecto invernadero. El verdadero problema de este gas es que su potencial de calentamiento de la tierra es muy superior al del CO2 y al del metano. Las emisiones a la atmósfera de este gas provienen de procesos naturales, como la fijación de nitrógeno en el suelo por parte de las bacterias asociadas a las leguminosas, pero también tienen un origen antropógeno (estimado en un 41%), especialmente relacionado con los procesos de abonado nitrogenado ya sea de origen químico u orgánico y por tanto ligado a la actividad agraria.
LA GANADERÍA EN EL OJO DE MIRA
La FAO ya advirtió en su momento de algo que pudo sorprender a muchos: la ganadería industrial genera más emisiones de gases causantes del efecto invernadero que el sector del transporte.
Las causas son diversas. Por una lado las tierras actualmente ocupadas por bosques que son destruidas para destinarlas a pastos o, lo que es peor, al cultivo de soja transgénica que después se utilizará en la elaboración de piensos. Por otro lado el estiércol producido por las grandes concentraciones de animales en las granjas intensivas emite oxido nitroso, especialmente perjudicial como ya se ha comentado.
Por último, los sistemas digestivos de los rumiantes, en buena medida el de las vacas, originan metano que se libera a la atmósfera. Este es el origen de un 37% del metano que la actividad humana genera.
Si tenemos en cuenta que la producción de carne ha aumentado espectacularmente en los últimos años y que está previsto que en el 2050 se haya duplicado, las expectativas no son muy alentadoras. Si a esto le sumamos las cifras de obesos y enfermos por causas relacionadas por un exceso de consumo de proteínas y grasas de origen animal en los países “más desarrollados”, una vez más nos volvemos a enfrentar a un modelo que no funciona y que hace aguas por todos los lados.
Frente a esto, la ganadería ecológica, mucho más ligada al territorio, al aprovechamiento de tierras poco productivas y al uso de los recursos propios de la finca, ofrece un modelo de producción de carne que no permite su consumo diario, sino un uso más racional y más saludable de este alimento que representa un aporte a la dieta humana de proteínas de gran calidad.
Aún más, la dieta de los animales ecológicos no se basa principalmente en piensos ricos en proteínas (procedentes de soja básicamente) como en las granjas convencionales, disminuyendo de forma eficaz las emisiones de N2O.
OBJETIVO: FIJAR CARBONO EN EL SUELO
Entre las muchas soluciones propuestas para la lucha contra el cambio climático existe una a la que la agricultura biológica puede contribuir en gran medida: el secuestro de carbono en las plantas y en el suelo.
Las plantas, como todos los seres vivos, son almacenes donde el carbono se acumula. La ventaja de una planta, especialmente de los árboles, es que acumulan carbono de una forma mucho más estable en sus troncos y además a largo plazo. En el diseño de la finca agroecológica los árboles juegan un papel importante como elemento para incrementar la biodiversidad y suelen estar presentes formando parte de setos que separan unas parcelas y otras o en los bordes de los caminos. La uniformidad de los campos destinados al monocultivo, con grandes extensiones de cultivo mecanizado, han contribuido en nuestro país y en otros muchos lugares del mundo a eliminar los árboles que antaño se encontraban en márgenes y lindes de las fincas. La agricultura ecológica contribuye a recuperar ese modelo donde el árbol era protagonista proporcionando madera, sombra y, en muchos casos, frutos.
El suelo también acumula carbono, en su mayor parte en forma de humus estable unido a las arcillas y formando el complejo arcillo-húmico. Hay pocos estudios al respecto y los valores de fiabilidad de los existentes es muy baja. Por ello resulta complicado dar datos. Lo que sí está claro es que el nivel de carbono que se acumula en un suelo ha de ser superior cuando se practica la agricultura ecológica y el incremento de la materia orgánica del suelo es un objetivo, que en la agricultura basada en la fertilización química donde no sólo los aportes de carbono son prácticamente inexistentes sino que se contribuye a degradar la materia orgánica que ese suelo haya podido almacenar durante siglos.
Uno de los pilares de la agricultura ecológica es el uso de materia orgánica como base de la fertilización. Esta técnica tiene como resultado un doble objetivo: por un lado mejorar la fertilidad química del suelo, es decir, mejorar su contenido en nutrientes para que luego las plantas los puedan utilizar y producir más; y, por otro, mejorar la fertilidad física del suelo, o lo que es lo mismo, mejorar su estructura para facilitar el desarrollo de las raíces, la circulación del agua y del aire, todos ellos aspectos básicos para el buen crecimiento y desarrollo de las plantas.
Además del abonado orgánico, otra técnica ampliamente utilizada en agricultura ecológica es la rotación de cultivos. Esta práctica también tiene efectos positivos para la lucha contra el cambio climático puesto que se ha visto que contribuye a aumentar la biomasa radicular además de prevenir las pérdidas de nitrógeno a la atmósfera.
UN CONGRESO
El 17 y 18 de abril tuvo lugar en Clermont-Ferrand (Francia) un congreso internacional sobre “Agricultura biológica y cambio climático”. El objetivo del encuentro, tal como anunciaban sus organizadores, era: “Reunir a un cierto número de expertos para hacer balance sobre los conocimientos científicos existentes y discernir los resultados verificados a partir de aspectos reconocidos, y esto a escala internacional. Este encuentro ayudará a tomar consciencia sobre las consecuencias de nuestros comportamientos y de nuestra manera de vivir, tanto local como mundialmente”.
El congreso contó con la presencia de 224 profesionales y científicos de más de 20 países. Nadia Scialabba, representante de la FAO, puso de manifiesto lo poco presente que ha estado hasta ahora la agricultura en los congresos y encuentros sobre cambio climático a pesar del importante papel que ésta juega.
Como conclusión del congreso, señalamos: la agricultura ecológica emite menos gases con efecto invernadero que la agricultura convencional por unidad de superficie. Esto se debe principalmente al no consumo de abonos químicos, a la menor emisión de N2O debido a un menor uso en global del nitrógeno y en forma que ocasiona menos pérdidas a la atmósfera y a un secuestro de carbono superior al de la agricultura convencional como media.
La generalización de técnicas como el compostaje, la rotación con leguminosas o una mejor gestión del nitrógeno ayudarían a reducir las emisiones de gases con efecto invernadero.
Nuestros hábitos alimentarios y nuestras actitudes de compra también son importantes: ir en coche a comprar supone un 11% de las emisiones de gases con efecto invernadero si se analiza en conjunto la cadena agroalimentaria, según el Instituto Francés del Medio Ambiente. El consumo de productos fuera de temporada, el exceso de envases, de productos preparados y especialmente el abuso en el consumo de carne de granjas intensivas también fueron apuntadas en el congreso como acciones cotidianas de gran impacto para el cambio climático.
Y finalmente se puso de manifiesto la necesidad de abordar el problema de forma global y ver las múltiples ventajas que ofrece la agricultura ecológica, entre las cuales la lucha contra el cambio climático tiene una relevancia decisiva.
LOS CONSUMIDORES…
Una vez más la pelota está en nuestro tejado, en el de los consumidores. El cambio climático sí es un problema en el que el comportamiento de los ciudadanos va a tener grandes repercusiones en el éxito o el fracaso de los objetivos y protocolos propuestos por los dirigentes de nuestros países.
A nivel de la alimentación la apuesta es clara y los consejos, sencillos:
1.- Disminuir el consumo de carne y elegir siempre carne de producción ecológica.
2.- Consumir frutas y verduras de temporada que no sea necesario producir con grandes esfuerzos energéticos (invernaderos) o traer de otros países lejanos.
3.- Consumir productos locales para minimizar el transporte de alimentos a largas distancias a nivel mundial
4.- Elegir productos frescos en lugar de productos congelados o transformados.
5.- Consumir alimentos ecológicos o producidos en economías de pequeña escala de tipo familiar.
6.- Comprar en la tienda más cercana en lugar de coger el coche para desplazarnos a las grandes superficies.
Montse Escutia es ingeniera agrónoma de la As. Vida Sana
EL CAMBIO CLIMÁTICO TAMBIÉN AFECTA AL VINO
MÁS CALOR… MÁS ALCOHOL
Ciclos más cortos, vendimias que se adelantan, falta de color en el vino y mayor graduación alcohólica. Estos son algunos de los efectos que han empezado a notar los viticultores. Con una mayor insolación la uva madura antes y contiene más azúcares, lo que resulta en una mayor graduación alcohólica del vino resultante. Este efecto resulta positivo para algunas zonas donde tradicionalmente la uva maduraba con dificultades, como en el norte de España. Sin embargo, puede suponer la desaparición del cultivo de la uva y de algunas de sus variedades en las zonas más cálidas del sur de España. Los más emprendedores ya lo han notado y algunas empresas empiezan a comprar tierras y a experimentar en regiones con poca vocación vinícola hasta ahora como el prepirineo o incluso en países como Inglaterra.
Según Julio Arroyo, presidente de la Asociación de Agricultura Biodinámica de España, la agricultura biodinámica podría aportar soluciones y ayudar a las viñas a adaptarse a los cambios del clima. No olvidemos que en este tipo de agricultura se tienen muy en cuenta las interacciones de los seres vivos, incluidas las plantas, con los astros, que, al fin y al cabo, son los responsables del clima.